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Parece que la ingenuidad en muchas personas todavía no les deja ver que estamos en el principio de una de las crisis humanitarias más rudas que haya vivido nuestro país, no es visible porque ya está instalada en el inconsciente colectivo. En un momento determinado de nuestra mexicanidad todos, con excepcionales excepciones, hemos caído en la complicidad por omisión o directamente hemos sido partícipes de la corrupción o tráfico de influencias, cuando menos; la gran mayoría se ha vuelto insensible y sólo unos cuantos se han arrepentido y han tomado acciones, aunque mínimas, y abierto la conciencia, pero no es ni será suficiente. La ley del más fuerte prima por sobre las leyes del Estado. El Estado ha muerto, la Patria se esfumó de tan ligera e ilusoria que nos la impusieron. El meticuloso sistema implantado esperó pacientemente para instalarnos de regreso en el S XIX: Nos resulta natural depender de una pseudo-monarquía, nos parece natural no protestar, nos parece natural ver cómo los saqueadores actúan a plena luz del día y nos presumen sus latrocinios sin que podamos o queramos hacer nada al respecto, nos parece de lo más normal que no pase nada contra los asesinos, del Estado, visibles o anónimos, nos parece normal que mueran o desaparezcan las personas que luchan por los derechos humanos, que los inconformes –aún con la certeza legal de su parte– vivan al filo de la vida durante días, meses o lustros de desgaste sin que pase nada y al final, quedarse solos, y nosotros ya sin ganas ni de mirarlos, o voltear a verlos, no sé si por pena, lástima o algún tipo de sentimiento de escarmiento por ilusos. Llorar amargamente nos queda, porque estamos atados y acorralados por nuestra propia familia mexicana, pusilánime, derrotada. Poco a poco el sistema va acabando con los caudillos, y nos vamos sintiendo cada vez más importentes para actuar, pobres de nosotros que no alcanzamos a ver lo que nos espera.

La maquinaria priista de hacer votos y comprar voluntades se ha echado a andar, desesperada y serenamente. En esta ocasión para desestabilizar la Revolución.

A partir del banderazo de salida: “cerrar filas con Peña Nieto” dado por los líderes parlamentarios Gamboa y Beltrones, estaremos viendo por todos los sitios donde hay opiniones “desestabilizadoras” a personas de aparente buena fe que, con buenas maneras, “educadamente”, estarán cuestionando la legalidad, el orden constitucional, la ausencia de una verdadera izquierda, la falta de liderazgo de este movimiento nacional, revolucionario y ciudadano.

Los verás cuestionándolo todo, simpatizando y hasta siendo amables contigo, ganándote, pues; invitándote a la paz y al orden, intentando llevarte al terreno donde ellos mejor saben manejar las cifras y desaparecer las opiniones adversas. No dudes que buscarán ayudarte a conseguir empleo, a otorgarte una beca, una despensa… O simplemente alejarte de las “malas compañías” de los “desestabilizadores”, del “peligro” que representan los “violentos”.

Identifícalos y mándalos olímpica y diplomáticamente a chingar a su madre… No te harán caso, ni es lo que realmente quisieras, pero ellos lo entenderán.

Además, pronto recibirás de la nada lisonjas, alabanzas por tu valiosa manera de pensar, por parte de seres anónimos que quieren ser tus amigos en FB, seres inexistentes, guapos o de tetas voluptuosas que te darán la razón en todo lo que publiques que parezca “desestabilizador”. Pero ojo, si los aceptas, entrarán a tu círculo y sabrán cómo se mueve, quiénes son los más aguerridos, los más críticos, y de esa manera, cuando llegue el verdadero “peligro”, para ellos, obviamente, irán a buscarlos para clausurar sus opiniones.

Los ciudadanos que buscamos el cambio también necesitamos cerrar filas en torno a la “Revolución Mexicana del Siglo XXI”: Primera revolución sin armas, sin caudillos, no impulsada por los intereses de otro país, donde la conciencia ciudadana y el hartazgo son los motores que impulsan la necesidad de cambiar el rumbo de nuestra patria.

El Festival en Defensa del Parque Central. Un Éxito

 Por Silverio De la Mora / 18 de Abril de 2010

Siempre el talento en la calle

y en el gobierno la imbecilidad

José Vasconcelos

 “¡Chinguen a su Madre!” Así –borracho– el gobernador PANista de Jalisco con micrófono abierto se expresaba hacia aquellos que no estuvieran de acuerdo con su actuar en alguna ocasión reciente. En YouTube está su video. Sin embargo, no se dio que se arremolinaran 50 “representantes del orden público” a detenerlo por semejante ignominia.

Carísimo lector, hace 15 días la organización en Defensa del Parque Central (en la ciudad de Tijuana, B.C.) nos dimos a la tarea de organizar un festival –una tocada– musical en donde los jóvenes serían los más y apto para todas las edades. Los del gobierno, ni tarde ni perezosos organizaron en el mismo lugar y a la misma hora otro “tocadón” a beneficio de los damnificados por los temblores en la ciudad hermana de Mexicali. El alfaque –obvio– boicot a la idea de los resistentes –a nosotros.

El día estuvo inmejorable, nubladito, fresco. Los árboles frondosos nos hacían compañía sabedores de la fiesta en su honor. Los arbustos nos daban la mano para pasar al pasto y sentarnos. Sentir a la Madre Tierra –tocarla–. Los halcones –dos nidos existentes– sigilosos en las alturas seguro nos observaban. Los pajarillos a su hora acostumbrada pasaron a dormir. Juárez en su altura inmortal, observa de frente la ciudad.
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Somos variantes de una misma sinfonía,

la misma tonada, diferente melodía.

Somos los mismos que hace millones de años,

un hombre y una mujer que se atraen,

se gustan, hacen el amor, procrean,

lo demás, puro misterio.

Más allá de eso, todo es confusión

clerical, cientificista,

clasista, culturosa

y filigrana estilística.

Animales salvajes

devenimos salvajes animales

domesticados, unos más,

otros peores,

amansados en libertad,

de libre albedrío atenuados,

por mecanismos modernos

autocontrolados

de lenguaje, de consignas,

discursos visuales

y mentiras a medias.

Imágenes, miedos y consejos

para no sufrir, tampoco para ser felices

vida paliativo de la muerte.

Sofisticadísimos remakes

del principio de Pavlov.